viernes, 5 de agosto de 2011

¿Cuál es el Camino?

Allí donde el mando es codiciado y disputado no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia.
Platón (427 AC-347 AC) Filósofo griego.


Todo mundo cree tener una verdad que decir, un protagonismo que ejercer, la verdad es difícil opinar sobre un gobierno mientras no se esté sentado en la silla, la historia lo confirma al decir de ella misma que sólo interpreta.
Los juegos del poder, los compromisos, producen un efecto que se ve en la vida de todos los días de los ciudadanos, pero estos mismos son quienes nutren a los gobiernos de elementos, en un sistema, en un flujo, en un ciclo como el del agua.
El poder está en otro lado, el gobierno debe ser un contrapeso que administre y garantice alcanzar el ideal de nación de un pueblo, pero lo que mueve al  país está en manos de los que detentan el poder y esos siempre serán los que tienen los medios de producción y comunicación, sin importar la orientación del gobierno.
Es donde la historia nos da nombres y apellidos no de hoy sino desde que México nació.
Es ahí donde podemos comprender qué tipo de pueblo somos y cuál es nuestro nivel de desarrollo con base al tiempo que tenemos y a la materia prima que se le dotó a esta tierra cuando se formó como una nación.
Es ahí cuando podemos entender sin menospreciarnos porque Australia, o Canadá crecieron más rápido, hecho que nada tiene de penoso sino que va más en un sentido del tamaño de la obra.

Es complicado abordar un tema sin tener al menos diferentes visiones, la del historiador, la del filósofo, la del sociólogo, la del psicólogo, el economista, y  probablemente alguno que se me escapa, el ser humano está hecho de muchas partes, lo mueven muchas cosas, el político no sólo lo mueve el hambre de poder, sino hay un componente humano, social, que tiene que ver con su historia personal, con la de su país, estado, comunidad, es un hombre hecho de un modo integral.
Hay una parte que es rica para el psicólogo que puede comprender esas mentes hambrientas de ser, infantiles dirían algunos en sus deseos, perversos dirían otros, pan para el filósofo igualmente.

El pueblo igual percibe desde su posición opina, lamenta, grita y toma lo que le conviene, pero sólo el que está sentado en la silla sabe el precio que pagó, y seguirá pagando porque además le gusta estar ahí, el que no está no está porque no quiso, porque no le gustó, porque no se buscó esa oportunidad.

Hablar de los problemas nacionales nos exige, una autoreflexión de cosas simples y hasta que parecen sin valor como, la forma en que vivimos, la limpieza de casa, el orden en nuestras cosas, el respeto a la esposa y los hijos, el respeto al horario, al semáforo, al amigo, a la vecina, y si lo observamos fallamos normalmente.
Nada que carece de orden puede llegar lejos, quien nos mira de fuera se asombra de los desordenados que vivimos, de la falta de respeto a las leyes, al orden, a los compromisos, por eso las leyes no sirven porque el que las aplica no cree en ellas, el que las vive las siente injustas, y el que las elabora no vive sus consecuencias.
Es complicado andar por los foros opinando de cosas que en la realidad uno ignora, y desmenuzar un texto en forma sistémica casi nadie lo hace, se van al corazón, al coraje al yo creo, me dijeron, lo leí, lo dijo fulano, pero ¿qué sustenta? ¿Cuál es la conclusión? Es complicado apoyar boicots porque no se trata de ser intolerante con el intolerante, ni ser violento con el violento, se trata de, pienso yo de tener una estrategia definida y organizada en una serie de pasos que permitan ir avanzando cambiando cosas, que permita tener un plan B, o C.
Cada paso debe tener un objetivo, confrontar al pueblo con los poderes, sólo lleva a un lado, a la guerra, y en la guerra el mayor número de muertos las tiene el pueblo y se dan luego del triunfo por los que se disputan el poder.
Yo creo que la función es hacer pensar a la gente en qué México quiere, y cuál es el precio a pagar por él, hacemos muy poco por nuestras vidas en lo individual para querer cambiar una nación.
Calles sucias, autos mal estacionados, justificantes médicos falsos, desperdicio de agua, faltas de tránsito, robo de cable, violencia en casa, malos hábitos de alimentación, de vida, de lectura y demás, y son cosas que sabemos que fallamos y no lo hacemos porque no queremos.
¿A nombre de qué queremos cambiar un país? Si nosotros mismos no queremos cambiar en lo particular.
Eso pienso yo.

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